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Tuve la suerte de ir a comer en el triestrellado restaurante Celler de Can Roca, tres días después que les hubiesen concedido la merecida y esperada tercera estrella, a finales de noviembre de 2009.

Nuestro menú consistió 7 diferentes y sorprendentes snacks: bombón de campari y naranja; crujiente de espina de anchoa de la Escala con tempura de arroz de Pals; olivas caramelizadas; crujiente de sésamo negro y grué de cacao; crema de castañas con cronas y trufa; turrón de foie gras; brioche de setas al vapor de escudella). Esto servido con fuentes divertidas e imaginativas, todo, absolutamente todo una auténtica locura. Y esto sólo para empezar.
Le siguen 9 platos increíbles como el velouté de crustacios con brócoli y mandarina; gamba, arena de gamba y esencia de gamba; tortilla de caviar con arenque; alcachofas con foie gras, anguila y naranja; lenguado a la brasa con aceite de oliva verde hinojo, piñones, bergamota y naranja; escudella de bacalao; cordero con pan con tomate; besugo con olivas y salojida; arroz con escórpora, su hígado y mayonesa suave de sus espinas. Cualquiera no se anima verdad?


Y 3 postres para poner la guinda, y con el supuesto que todavía tuviésemos espacio para encaber dulces delicias como: sorbete de boniato a la brasa; vainilla, regaliz, caramelo y oliva negra; adaptación del perfume de Tèrre d’Hermès (pachuli, chocolate, jazmín y naranja). Tres postres que son tres regalos de Jordi Roca, el menor de los hermanos y artífice de toda la parte dulce del Celler de Can Roca.
Y los petit fours con diversos bombones de producción propia.

Este menú festival cuesta 135€ por persona.
Todos los platos son simples, frescos, auténticos, con productos locales tienen un ángel que te transporta. Nada de estridencias, explosivo, sencillamente debe expresarse con naturalidad, cada ingrediente se siente y se degusta. Nada deja de tener su personalidad. Influencia sin duda, de la cocina clásica y autóctona de la madre del trío triestrellado.

El restaurante no tiene sólo tres estrellas Michelin, sino que también ocupa el quinto lugar entre los mejores restaurantes del mundo según la lista de la Restaurant magazine. Ahí es nada.
La últma remodelación del restaurante, a cargo del equipo de interiorismo que se ha ocupado de la de algunos locales fashion de Barcelona (Negro-Rojo, El Japonés, Principal…), ha dado con la fórmula para que, aun sacrificando el encanto rústico del local anterior, la sala haya ganado enteros en confort, iluminación, acústica y encanto general. La sala principal tiene forma triangular, con un jardín zen acristalado en el centro, y distancia suficiente entre mesa y mesa. La parte rústica del restaurante es la cocina y la vivienda del hermano mayor. Todo realmente agradable.

Recomendación basada en mi experiencia: no beber demasiado vino y el mínimo de agua, pues el espacio en el estómago es el que es y mejor poder disfrutar al máximo de estas delicias gastronómicas. Nuestra comida duró más de cuatro horas, por lo que también recomendaría disfrutar del festival durante el almuerzo y no durante la cena, pero aquí es gusto de cada uno.
Intentar si se puede, visitar la bodega de la mano de Pitu Roca, responsable de la sala y sumelier y segundo hermano. Es un viaje por la experiencia del vino, su pasión la contagia y la cuenta acompañado de músicas y materiales diferentes.

Otra aportación muy personal: a mejorar el timing, almenos durante mi visita al principio de servir los snacks y los dos o tres platos fuertes falló un poco tiempo entre plato y plato. Y otra cosa importante y que es fácil de mejorar: la cuenta la traen en una bandejita de color plata muy sencilla, donde se puede ver el precio; yo creo que en un restaurante que se precie, la cuenta se tiene que traer de una manera que no lo vean todos los comensales, sólo el que teóricamente invita pues la discreción tiene que ser otro de los máximos.

El restaurante está en Girona, ciudad romántica y preciosa que merece más de una visita, su call, sus murallas… más información en mi pagina web.

Decidirse ir a comer a uno de los restaurantes triestrellados por Michelin es regalarse una experiencia única, un viaje del gusto que perdurará en nuestra memoria y por eso tiene un precio. Yo lo hice y lo haré.
Para ver las fotos de mi experiencia gastronomómica linkar aquí